La escuela, entendida como un agente que ayuda a las personas a alcanzar su máximo potencial, que pretende hacer crecer y desarrollar las habilidades de cada uno y velar por el proyecto vital de los alumnos, está en un momento de cambio y en proceso de ebullición. Se encuentra en estado de renovación profunda, y son muchos los agentes que promueven e incentivan rehacer los idearios de innovación educativa para adaptarlos a los profundos cambios que demanda la sociedad actual.
Cada vez un mayor número de centros escolares están apostando por crear un ecosistema educativo propio que sirva como marco para el desarrollo cognitivo, físico, emocional, madurativo y social de los niños.
Así pues, la escuela cambia. Pero ¿hacia dónde cambia? ¿Y por qué es tan necesario plantear la reconstrucción de la escuela?
Partimos de la premisa de que la educación debe integrar los cuatro grandes pilares del aprendizaje: aprender a conocer; aprender a hacer; aprender a ser y aprender a vivir. Estos cuatro pilares giran en torno a la idea de que la educación es para toda la vida y es importante valorar las transiciones, diversificar y reestablecer trayectorias. La educación debe permitir escoger. Hay muchas evidencias científicas que nos demuestran que la motivación y las emociones son imprescindibles en los procesos de aprendizaje, y sabemos también que para que un aprendizaje sea significativo debemos construir el conocimiento a partir de situaciones que parten de la realidad.
Actualmente, sin embargo, dedicamos mucho tiempo a los contenidos y en cambio muy poco a las habilidades y actitudes. Los indicadores de evaluación se centran sobre todo en la memoria y la mecánica. Ponemos por delante el “conocer” frente al “hacer, ser y convivir”. El sistema nos instala en una falsa seguridad del “saber hacer”; la experiencia de los años y las pedagogías ya conocidas nos dejan en un campo de juego lleno de trampas y riesgos cada vez más evidentes.
Nos encontramos ante una realidad bien compleja y topamos con muchos interrogantes que nos hacen entreabrir puertas y buscar respuestas nuevas; diversidad de alumnado, tecnologías dentro de las aulas, deberes o no deberes, programas por proyectos… Es cierto que el sistema pretende el cambio, pero debemos aceptar que se encuentra en un estado de rigidez que lo entorpece. El profesorado debe invertir mucha energía en proponer cambios en la metodología, en el uso de los recursos alternativos e innovadores; existe desánimo al admitir que muchas veces es el mismo sistema el que frena las soluciones efectivas, innovadoras y sostenibles.
Según el informe de la UNESCO Repensar la educación, debemos tener clara la urgencia de replantear el propósito de la educación y la organización del aprendizaje. Si no desarrollamos herramientas de aprendizaje capaces de adaptarse a un entorno en estado de crecimiento exponencial del conocimiento, la sociedad tenderá a entender los resultados de las competencias básicas como rankings de notas, niveles y estigmas.
Pero el futuro puede dar miedo. ¿Y si nos equivocamos?
¿Lo hacemos bien? ¿Es correcto aplicar nuevos modelos pedagógicos? No tenemos evidencias que nos demuestren que las nuevas iniciativas promoverán un cambio real, profundo. ¿Serán positivos para los niños del futuro? Son muchos los que piensan y viven los cambios con amenaza y desconcierto. ¿La educación y el sistema educativo están en crisis? ¡Seamos positivos!
Los pequeños actos suman al cambio y cualquier propuesta de mejora de la educación, ya sea en sentido macroscópico (sistema), mesoscópico (de centro) o microscópico (de aula), implica luchar contra la resistencia al cambio y nos ha de llevar a asumir que podemos no ser efectivos, podemos cometer errores. Cada paso adelante es una proyección al futuro, y podemos afrontarlo con la mirada bien encarada adelante y no atrás. Tenemos en nuestras manos las grandes reflexiones pedagógicas del pasado y debemos utilizarlas con nuestras ideas y creatividad para reconfigurarlo.
Debemos tener claro que el cambio debe ser sistémico. Cambio de todos y cambio para todos.
Anna Bayo
Pedagoga