Un poco de sentido común y pedagogía.
El debate está abierto y hace tiempo que escribimos al respecto:los móviles en el aula: ¿sí o no?; los móviles como oportunidades de aprendizaje. ¿Los prohibimos como Francia hasta una determinada edad o los regulamos como quiere hacer el Departamento de Educación?. En la vida privadacada uno decidirá según sus valores y su conciencia, pero quizás se necesite un poco de sentido común en las aulas.
Empezamos por los adultos
Si de camino a casa recuerdo que no he apuntado en la agenda la fecha, la hora y el lugar de la reunión de la semana que viene, todos vemos con naturalidad que coja el móvil y con un sencillo whatsapp pregunte a alguien que yo piense que puede tener esta información si me la puede hacer llegar. Y como las respuestas no son instantáneas, mientras esperamos me salta una notificación de Twitter en la pantalla, y, claro, entro, leo el tuit, abro el link, vuelvo atrás y sigo el hilo de la conversación; quizás soy de aquellos que contesta o que quizás se autocensura, tan de moda actualmente, pero mientras me decido si hago pública mi opinión me llega una notificación de Whatsapp. No, todavía no es la que esperaba para apuntar esa reunión tan importante; la notificación es de un grupo de la familia donde todos somos adultos, que ahora que se acercan las fiestas hemos decidido para este año hacer el amigo invisible y los participantes envían propuestas de lo que quieren que se les regale, con fotos, claro,como si esto fuera la carta de los reyes y los primos los pajes reales. Y sí, ¡por fin! Llega el mensaje de la reunión, me lo apunto:viernes 29 a las 12h.
Perfecto, mejor que cierre el móvil antes de que me despiste de nuevo y alguna aplicación se vuelva a hacer dueña de mi atención durante los próximos 10 minutos. Estaría bien que mire hacia adelante, que al final me atropellarán.
Si, últimamente las aplicaciones móviles luchan por captar nuestra atención. Somos más inatentos, es una evidencia. Pero si a nosotros nos cuesta estar atentos y focalizarnos en una sola cosa, ¿cómo queremos que los niños y jóvenes de hoy en día sean capaces de hacerlo?
Nuestra propia práctica profesional pone a prueba nuestra atención de forma constante. Abrimos Twitter a la búsqueda de información y contenido, y al tiempo debemos evitar la tentación de entrar en los sponsors y los titulares clickbait.
¿Existe contenido de calidad en realidad?
También es verdad que en toda esta masa de información hay contenido de calidad, como por ejemplo el artículo «Teachers Turn Lessons Into Instagram-Worthy Photos» de la NPR, la National Public Radio, una fuente respetable que es una organización de medios de radiodifusión estadounidenses tanto del ámbito público como privado.
En resumen, este artículo explica que algunos profesores de plástica de diferentes escuelas de los EEUU han creado un hashtag, #teachersofinstagram, donde publican las fotografías de las lecciones, decoraciones o piezas artísticas creadas en el aula. Todo esto lo publican en su perfil propio de Instagram. A través de estas publicaciones crean una red y una comunidad donde comparten ideas. Los docentes manifiestan que para ellos «es una manera de seguir constantemente lo que hace otro profesor en su aula». No es extraño encontrar cuentas de profesores en Instagram con más de 70.000 seguidores.
Los especialistas comentan que a veces son los únicos que imparten la asignatura en su centro y se sienten un poco aislados, y en muchas ocasiones la red les permite estar conectados y no sentirse como una isla. También explican que a veces utilizan estos perfiles para obtener una fuente de ingresos extra, colgando contenidos y materiales en plataformas de intercambio de materiales entre profesionales. Algunos docentes lo ven como un aumento de la carga de trabajo, pero otros como una oportunidad de replicar lo mismo que hacen en otros centros. Se pone de manifiesto también que el conocimiento es circular y que al final las creaciones de unos vienen inspiradas por las de los demás.
Conclusión
Antes de poner sentido común en las aulas, primero deberíamos poner cordura en nuestra vida privada. Porque los móviles son, a la vez que una herramienta esencial para comunicarnos, algo más, como por ejemplo una fuente de ingresos, pasando de ser usuarios a formar parte de la economía colaborativa. Pero por otro lado, esta herramienta tan valiosa capta constantemente nuestra atención y cada aplicación lucha por obtenerla a costa de nuestro tiempo; y si como adultos nos cuesta gestionarla, ¿Cómo legislaremos en este sentido para las generaciones futuras?
Quizás podemos poner un poco de sentido común y tener presente una frase de uno de los protagonistas de La noche de los 12 años: «El tiempo es lo único que no se recupera».