Cada vez nacen más bebés prematuros. El retraso en la maternidad o el aumento de los embarazos múltiples son factores que, entre otros, han contribuido a este hecho. Nacer antes de tiempo comporta una inmadurez orgánica que puede tener consecuencias en el desarrollo y el crecimiento. Asimismo, puede repercutir en la escolarización, de modo que durante un período, o a lo largo de toda ella, estos niños y niñas no estén en iguales condiciones ni sigan el mismo ritmo que sus compañeros y compañeras. El estudio de los procesos cognitivos superiores en la etapa de la infancia media y las similitudes y diferencias existentes con los nacidos a término adquiere, pues, especial relevancia.
Precisamente, este ha sido el objetivo principal de la investigación desarrollada por el Grupo de Estudio e Investigación en Neurociencias Hippocampus, en la cual han participado un total de 160 niños y niñas (6-12 años), la mitad de los cuales había nacido de forma prematura antes de las 37 semanas de gestación. Se administró una batería neuropsicológica a fin y efecto de explorar los procesos mentales relacionados con el procesamiento fonológico, la lectura, la escritura, las operaciones matemáticas y la discriminación y el reconocimiento de símbolos. Las evaluaciones se realizaron de forma individual a lo largo de tres sesiones presenciales.
Los resultados obtenidos ponen de manifiesto la existencia de diferencias significativas entre los niños/as nacidos a término y los pretérmino, siendo estos últimos los que muestran un peor rendimiento. Aun así, estas diferencias son específicas y evolucionan de forma positiva con el paso de los años. De este modo, con la edad, las dificultades de aprendizaje en los niños y las niñas prematuros mejoran notablemente. Por otro lado, y contrariamente a las hipótesis planteadas, la edad gestacional no ejerce influencia alguna en las variables estudiadas. De esto se desprende que las semanas de gestación no son un factor determinante per se de dificultades o patología, y que es la historia pre y posnatal en conjunto (en términos de salud materna y perinatal, curas, afecto y estimulación temprana) la que tiene que ser considerada.
Entrando en detalle, la investigación evidencia que la capacidad de conciencia y discriminación fonológica se ve comprometida con la prematuridad y esto, a su vez, comporta afectaciones en el rendimiento lector. Aun así, y de nuevo en contra de lo esperado, no se aprecian diferencias significativas entre el grupo de prematuros y el de nacidos a término en cuanto al proceso de escritura, siendo equiparables los resultados obtenidos. En el futuro será necesario seguir con atención estos aspectos, ya que la correcta adquisición de los procesos fonológicos y la correspondencia grafema-morfema es clave para la lectura y la escritura, y en última instancia, para el aprendizaje, tal y como concluyen los autores de este estudio.
El nacimiento pretérmino también afecta a la capacidad de resolver operaciones aritméticas, concretamente cálculos escritos, mientras que el rendimiento en actividades que implican operaciones mentales o abstractas parece más preservado. Este hecho se relaciona con las alteraciones visioespaciales y atencionales derivadas de la mayor vulnerabilidad existente en los niños y las niñas prematuros en las regiones que intervienen en la ruta dorsal del procesamiento visual. Otras estructuras cerebrales, como los ganglios basales, el cuerpo calloso, la amígdala, el hipocampo o regiones corticales también pueden resultar afectadas como consecuencia de la prematuridad, según muestran recientes estudios de neuroimagen, lo cual contribuiría a explicar estos hallazgos. Finalmente, no se aprecian diferencias entre ambos grupos (prematuros-nacidos a término) en la tarea de dictado de números, ni tampoco en aquellas actividades que comportan comparación en magnitud o diferenciación de cifras.
La evolución positiva observada en los niños y las niñas prematuros de este estudio pone de manifiesto la posibilidad de cambio y mejora. Pese a ello, hay que tener en cuenta que se trata de un grupo amplio y heterogéneo, y que cada niño/a tiene sus necesidades, potencialidades y ritmos. Es fundamental, en este sentido, que el sistema esté capacitado y sea lo suficientemente flexible para poder acogerlos y crear aquellas condiciones y oportunidades que permitan superar las dificultades y los retos, favorecer los avances y, en última instancia, asegurar su óptimo desarrollo. En este proceso, todos y todas —familias, profesionales de la salud y de la educación— estamos implicados/das.
Artículo de referencia
Hollmann, J., Gorges, J. y Wild, E. (2016). “Motivational Antecedents and Consequences of the Mother–Adolescent Communication”. Journal of Child and Family Studies, 25, 767–780.
Marta Reinoso