¿Qué es la diferenciación de nuestros hijos?
La diferenciación del yo
Desde una perspectiva sistémica de la construcción del yo, Murray Bowen (1989) nos propone un prisma de observación, una construcción conceptual de las emociones y los sentimientos dentro del sistema familiar y cómo éstos se pueden extrapolar a otras relaciones a lo largo de toda nuestra vida.
Según esta perspectiva, podemos hacer un relato de cómo las personas actuamos y nos relacionamos con el entorno, los grupos sociales y la familia. Nuestro pensamiento y nuestras emociones pueden ser más o menos susceptibles o estar influenciadas en menor o mayor grado por el entorno. El grado de susceptibilidad y de permeabilidad dependerá del grado de diferenciación del yo.
Cuanto menos desarrollado esté el yo de una persona, mayor será el impacto del entorno sobre la persona. Así mismo, una persona con un menor grado de diferenciación puede ejercer una función de control sobre su entorno, ya sea de forma activa o pasiva. La diferenciación viene determinada en parte por las relaciones que establecen con la familia durante la infancia y la adolescencia.
Esta visión nos hace observar que las emociones y los sentimientos no surgen de un momento o una acción puntual, sino que están dentro de un ecosistema de relaciones interpersonales dentro de la familia.
Retrocedemos…
En el momento del nacimiento se da un proceso de separación física de la madre y el niño, pero el proceso de separación emocional se realiza a medida que éste va creciendo. Desde ese momento ya se empieza a llevar a cabo la diferenciación. Ésta hará que el niño crezca como una persona emocionalmente separada, con habilidades para pensar, sentir y actuar por sí mismo, a la vez que podrá mantener relaciones con los demás sin perder su autonomía. El proceso de diferenciación debe convivir con la cohesión de los diferentes miembros de la familia que nos hará estar conectados emocionalmente y en cooperación con los demás.
A veces, en momentos de cambio en el sistema familiar pertenecientes al propio ciclo vital de la familia, como por ejemplo el nacimiento de un hijo, la adolescencia, etc., los niveles de diferenciación se pueden mover y pueden entrar en conflicto con los niveles preestablecidos donde entrarán en juego las fuerzas de cohesión que mantienen unida emocionalmente a la familia.
Factores que determinan el grado de diferenciación
-Los grados de diferenciación de los propios padres respecto a sus familias de origen.
-La posición que ocupa cada uno como hijo entre los hermanos, si tiene.
-El sexo.
-La existencia de algún tipo de discapacidad o enfermedad en la familia.
-Dificultades de pareja antes o después del nacimiento.
-Características de adaptación al sistema familiar.
-Intensidad de las relaciones con la familia nuclear.
¿La diferenciación respecto a la familia de origen es inamovible?
La idea que nos plantea Bowen es que cuando una persona empieza a tener conciencia del papel que juega en los problemas relacionales y cuando se tiende a dejar de culpabilizar a los demás, uno es capaz de asumir la propia responsabilidad y podrá comenzar un proceso para modificar sus niveles de diferenciación. En el momento que iniciamos este proceso se provocará una reacción en el entorno, donde quizás éste tendrá tendencia a reestablecer el antiguo equilibrio, provocando dificultades o boicoteando estas acciones. Por lo tanto, sí que podemos modificar nuestro grado de diferenciación respecto a nuestra familia de origen, pero tendremos que hacerlo de manera consciente del impacto que esto puede provocar en nuestro entorno.
¿Cómo generamos un buen grado de diferenciación con nuestros hijos?
El grado de diferenciación se logra con la edad adulta, pero desde niños podemos favorecer que este proceso progresivo de diferenciación se haga de manera natural y que todos los actores familiares se sientan cómodos. Para determinar el grado de diferenciación de nuestros hijos tendremos que observar qué grado de diferenciación tenemos nosotros como adultos respecto a nuestra familia de origen. Una vez en este punto, podremos observar qué modelo estamos siguiendo y si estamos fomentando o no esta diferenciación en nuestros hijos.
Edgar González
www.trivium.cat
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